Sato se mantenía de pié sobre la cornisa mirando al infinito en brillantes puntos de distantes neones por encima del skyline de cristal y acero. Los sensores le azotaban el oído interno sin piedad y el tiempo era retorcido por su hardware pero avanzaba inexorable. Le quedaba un suspiro de vida mientras las líneas de código avanzaban en su córnea. De pronto el mundo se paralizó. Las estrellas que apenas una milésima antes le parecieron bellas, sobre la noche de Amsterdam, ya no brillaban con tanta intensidad. Con un movimiento suave le dió la espalda al firmamento y encaró el helipuerto. Decenas de guardias se apostaron detrás de escudos balísticos mientras el círculo se cerraba sobre él. Al fondo un Sikorsky de blanco brillante observaba en quietud el avance táctico. Línea tras línea el código se transmitía. Desconectó las alertas. El silencio le inundó de calma. Cálculos. Distancia, tiempo, humedad, presión atmosférica. Resultado óptimo. Con los pies anclados en el hormigó...
Publicación periódica de relatos Cyberpunk. Un abrazo a todos los lectores! John Iron