Ir al contenido principal

The Bug. Cyberpunk Ink







Los fogones lamían el metal con furia mientras el cocinero sintético golpeaba los escurridizos fideos. Sapporo helada. La geometría de la jarra le abstrajo unas milésimas mientras transitaba por los aires hacía su destino final. Reflejos estroboscópicos en el atestado antro callejero de los omnipresentes focos de transportes nocturnos traspasando, con sus lacerantes haces, las deshilachadas cortinas.
El golpe fue seco. El metal de la barra del tenderete absorbió el duro impacto. Reflejos acerados buscaron instintivamente el nueve de metal y polímero avanzado. Precisa, la mano del barman se posó en su hombro, tensión al límite, y una voz rasgada, profunda, susurró. 
– No saques la puta artillería amigo. – era un tipo de ojos rasgados, menudo y con una enorme cicatriz que le dividía la cara en diagonal.
Los ojos de Roku se levantaron y el hardware se incrustó en la vetusta cara. Orbes inertes de metal líquido resistiendo su escáner. Fue su talante tranquilo el que ganó. Delicadamente soltó la empuñadura y agarró el cristal del asa. La fugaz secuencia pasó inadvertida por los parroquianos sólo pendientes de sus Sapporo y los fideos picantes. Otro golpe le crispó el sistema nervioso pero lo descartó, el anciano le colocaba un bol humeante. Una presencia tras de sí. Demasiado tarde, comprendió, cuando el acero japonés le atravesó el pecho y el boshi golpeó suavemente el cristal de la jarra. 
 

Entradas populares de este blog

Petrov

La cromada esfera marcaba las tres de la madrugada. Con los sentidos ligeramente embotados, por los excesos en el club Diamond , lanzó el cigarrillo sobre un charco de agua estancada. Una columna de humo blanco emergió, efímera. La desdichada colilla rubia acompañó a decenas.  Petrov conocía muy bien al viejo. Habían sido amigos muchos años antes del ascenso meteórico al trono del Diamond. El viejo era un puto mafioso, cobarde pero astuto. Siempre se rodeaba de matones cableados al extremo.  Otra mirada a la esfera de cromo. Casi las cinco. Tiró el cartón vacío de tabaco barato. Era el último. Se maldijo por no traer un par de paquetes más. La cancerígena nicotina de los filtros consumidos al límite tiñó el agua de lluvia acumulada en los charcos irregulares del suelo del callejón. Neones reflejados.  Lejos, se escuchaba el zumbido de un motor eléctrico. Un Maybach doblo la esquina. Pulcra pintura bicolor. La puerta lateral se abrió en el mismo instante que la limusina ...