El ajado brazo de metal rozó levemente la gastada superficie hendiendo la fina capa de mugre sobre el reluciente carbono. Hora punta. El olor a café sintético inundaba la atestada sala del HoloCafé. Detrás la barra de brillante carbono, un despropósito genético de ciento cuarenta kilos de DNA modificado. Double Tap con el índice, en el que parecía el único espacio disponible de la saturada superficie. Miradas cruzadas con el Bar Man. Entendimiento. Letargo postural de la mole Ucraniana solo alterado por un leve reflejo en el párpado derecho, aluvión de pedidos entraban en su retina, acompañado de un gesto torcido de incierto origen. El impertinente índice aún se mantenía impertérrito y desafiante. Eternas milésimas.
Un golpe seco le devolvió a la realidad. Forzó su sistema sináptico al límite. Sin moverse un ápice empezó a filtrar la información de la sala principal. La gente era extremadamente descuidada con sus sistemas firewall. Patético. Al fondo, a la izquierda, en una mesa de metacrilato un grupo de neo's compartiendo recuerdos en directo. Dos hombres técnicos, trajes premium, cortes de pelo impecables y pulcros rasgos de bisturí de pie y dando la espalda a los neo's se transmitían un contrato confidencial en Angola, una extracción ejecutiva. Seguía escaneando a buen ritmo.
Plato gris de forma extravagante, vaso de cristal naranja y cuchara de imposible diseño. El enorme brazo ciclado dejó el pedido encima la sobresaturada superficie. Americano extra largo. Humeante líquido del mejor material sintético. Los ojos se cruzaron menos de una décima pero cuando los perdía de su vista lo atisbó. Sus dedos dejaron de ejercer presión sobre el exótico cristal cuando éste estaba casi a la altura de sus labios expectantes. El impacto en su software modificado fue extremo. Su muerto cuerpo cayó desplomado en el atestado suelo del Holo.