Ir al contenido principal

Cyberpunk Nights, Capítulo II . A Cyberpunk Story






Una sensación agradable y reconfortante le invadió por completo. Estaba tumbado sobre una enorme cama y notaba la calidez del sol en la cara y el fresco olor a ropa de cama limpia. Las impecables sábanas blancas estaban bordadas, en precioso hilo dorado, con el logo del hotel Royal Majestic. Las manos jugueteaban con el blanco algodón mientras él se incorporó lentamente para mirar por el enorme ventanal abierto al exterior. Un a fresca brisa marítima inundaba todo. Un tremendo pinchazo en la médula espinal. La visión se nubló, sus piernas flaquearon y notó cómo su corazón se aceleraba exponencialmente. Martilleo en la sien a cada desbocado latido. Lenta e inexorablemente la luminosa habitación se desmoronó frente a él, los fragmentos se desprendían. Miró sus manos y con horror las vió desaparecer. Vértigo. Oscuridad.

Una tremenda descarga eléctrica le provocó un dolor indescriptible. Su mente luchaba contra la oscuridad reinante y al fondo un punto de luz, desconcertante y brillante en exceso, estaba lejos, muy lejos y fluctuaba. Otra descarga desgarró las entrañas de sus ser. Ésta vez la luz estaba frente a él y tras unos instantes de dudas la cruzó. Voces lejanas e incomprensibles. Lentamente la luz fue perdiendo intensidad y los colores y formas aparecieron ante él. Tardó unos instantes en procesar lo que estaba viendo. El golpe fue demoledor. No daba crédito.

Su cuerpo estaba sobre una mesa de operaciones, fría y aséptica. Sin duda, era su cuerpo aunque estaba destrozado y completamente lleno de heridas abiertas con centenares de cristales clavados en la carne. Decenas de cables,  de múltiples dimensiones, se conectaban a él. La voces antes lejanas ahora eran más clara aunque las fuentes se mantenían fuera de su campo de visión. Le era extraño verse en la distancia allí mutilado.

– La última descarga del desfibrilador ha sido un éxito, tiene pulso. Está con vida. – Habló una voz de hombre,  grave y de ritmo monótono casi anodino.
– Gracias doctor, excelente trabajo, iré a buscar al jefe. – Esa voz, la reconocía pero su mente estaba demasiado dispersa.
– Perfecto, no tarde és un riego mantener su mente en este estado fuera de la Realidad Virtual. – Añadió el facultativo.
– Es su jodido problema no el nuestro. Si se muere tendremos comida para los peces.

Escuchó el mecanismo digital de una puerta, marcaciones numéricas, susurro de abertura y cierre. Silencio solo interrumpido por un leve susurro del aire acondicionado de la habitación y esporádicos golpes de objetos metálicos. Fugaz. Un instante. Pero fue suficiente para que todo su ser se estremeciera. El doctor pasó por delante suyo, bata en otro tiempo blanca y en la espalda serigrafiado en azul intenso el nombre de una empresa, Bio Labs  & Engineering Detroit.

– Joder. Si conseguían mantenerlo con vida, con un par de horas de interrogatorio les diría quiénes eran los integrantes de su equipo.  Estaban jodidos.– Pensó Ichimon.

Miró nervioso por toda la sala. A su derecha un brillante panel de acero pulido le dio otra perspectiva. La mayor parte de su cuerpo estaba en una mesa de quirófano, ya lo había visto antes, y el resto estaba desaparecido o ensangrentado en jirones de carne y hueso. Estaba viendo toda la escena desde su visor Sony que estaba aún con su cabeza, de gesto grotesco, dentro de un receptáculo cilíndrico de cristal, todo bañado en un líquido viscoso y conectado por centenares de neurotransmisores y otros equipos a una unidad de realidad virtual. Querían interrogarlo en R.V pero sus firewalls se lo impidieron. Estaba muerto, lo sabía, pero tenía un plan para salvar al resto.

Continuará...

Enjoy the Cyberpunk. Nos vemos en la próxima entrega en cyberpunk relatos breves

Entradas populares de este blog

Petrov

La cromada esfera marcaba las tres de la madrugada. Con los sentidos ligeramente embotados, por los excesos en el club Diamond , lanzó el cigarrillo sobre un charco de agua estancada. Una columna de humo blanco emergió, efímera. La desdichada colilla rubia acompañó a decenas.  Petrov conocía muy bien al viejo. Habían sido amigos muchos años antes del ascenso meteórico al trono del Diamond. El viejo era un puto mafioso, cobarde pero astuto. Siempre se rodeaba de matones cableados al extremo.  Otra mirada a la esfera de cromo. Casi las cinco. Tiró el cartón vacío de tabaco barato. Era el último. Se maldijo por no traer un par de paquetes más. La cancerígena nicotina de los filtros consumidos al límite tiñó el agua de lluvia acumulada en los charcos irregulares del suelo del callejón. Neones reflejados.  Lejos, se escuchaba el zumbido de un motor eléctrico. Un Maybach doblo la esquina. Pulcra pintura bicolor. La puerta lateral se abrió en el mismo instante que la limusina ...