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Dancefloor. A Cyberpunk Story.









El reflejo de los neones en el local de Petrov se cortaban sobre la traslúcida piel de Ichimon. Blanca y sintética, cicatrices a la vista. Un trabajo impecable de hardware que le daba un aire técnico y peligroso. Entró a la pista de baile. Frenesí. Software forzando los músculos a la rotura. Performance recreada al milímetro. Desde el sofá del privado, Arita lo miraba y buscó la complicidad de sus acompañantes para empezar la verdadera fiesta. Locura colectiva. El polvo blanco lo inundó todo Entre risas entrecortadas por las ondas New Wave, las rayas de polvo cristalino volaban sobre la pulida superficie de la mesa. Todos  miraban al loco de Ichimon, en el club todos lo conocían y esperaban el gran truco final.  Pulsaciones acelerando. Romeo, con el pelo de la nuca erizado por la sobredosis de la sustancia sintética, se sumó a la pista junto a dos preciosas colegialas. La noche empezaba.  Decenas de jóvenes estudiantes llenaban la sala. La música pulverizaba sus sentidos. 

Como una sombra, entre dos destellos, se plantó delante de la mesa. Decenas de balas de 9 mm volaron desde la enfundada mano de neopreno del recién llegado, y cayeron sobre el cristal. Sensores oculares a pleno rendimiento. Los preciosos ojos de Arita siguieron la trayectoria. Impecable. Jackye levantó las cejas y sus ópticas rojas vislumbraron por encima de los marcos de las lentes solares. Mayoco se reclinó sobre el sobrecalentado tapizado sintético. El recién llegado, desvío miradas y sin esperar aprobación, se sentó al lado de Arita. Pelo, de corte impecable. Traje ejecutivo pulcro. 


— La habéis cagado gilipollas. Nadie roba a mis jefes.— con un movimiento sobreactuado, un cromado disco de datos sobre la munición.— cuando acabéis la fiesta llamadme capullos, mi jefe quiere lo que le pertenece.


Cuando levantaron las incrédulas miradas, la estilizada figura avanzaba por la pista de baile entre destellos luminosos. Los cuerpos se encontraron en el centro. Ichimon se paró en seco. Tensión muscular al límite. Frío metal en la frente. El cañón de acero cromado era todo lo que podía ver, nada existía. Perfecto círculo de cromo. Destellos lejanos. 

—¡La cagaste! — Los sesos, en preciosa proyección por la sala, inundaron la brillante pista de baile. Brutal Wave. La pulcra coreografía continuó, perfecta y decapitada. Último baile. Romeo esquivó la proyección de los sesos mientras, eléctrico, extrajo el .45. Un disparo doble emergió del cañón. No fue suficiente. Vacío. Otra descarga a quema ropa. Nada. La sinapsis de Romeo al límite. Sensores colapsados. Notó el tacto tibio de un cañón en el mentón. Los ojos enfrentados por milésimas. Cara a cara. ¿Cómo? La pregunta se dispersó mientras el segundo disparo del fantasma, penetraba ascendentemente. Era munición explosiva, no había dudas. Cayó inerte y frío sobre la pista de baile. 

Los juegos de luces y la atronadora New Wave devoraron los cadáveres. Dos pulsaciones rápidas y el dispositivo electromagnético se activó. El pulso saturó la atestada sala. Los guardaespaldas de Petrov cegados cayeron uno tras otro, inexorablemente. Segundos después, historia.  El fantasma desapareció entre dos descargas lumínicas.  Los supervivientes se quedaron petrificados mirando el cromado disco de datos.

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Petrov

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