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No Exit. A Cyberpunk Story






Sentados en sillas New Edge de imposibles diseños, en el bullicioso London Cafe, estaban ellos. Trajes corporativos caros, cortes de pelo a láser, movimientos impecables y postura rígida. El caro algodón de los trajes Kiton apenas podía disimular la tensada musculatura. El más alto agarró la blanca taza de café de la mesa, leve roce de la brillante porcelana con la cucharilla, de mate metal frío, colocada con precisión en el lateral del plato y la acercó  inexpresivo a su comisura los otros dos miradas fijadas en ángulos opuestos. 
Olor a café omnipresente. Trajín de ejecutivos. Prisas. Intenso ruido de vapor escapando del cromado tubo Italiano de impecable imitación de alguna máquina del siglo pasado. En la barra de roble americano, un gordo Coreano peleaba por conseguir el espacio vital suficiente para conseguir su dosis matutina entre dos brokers, de trajes baratos y distintivos de la bolsa de Tokio, que ignoraron los empujones y cerraron filas entre codazos descarados. En el interior de la barra,  un diligente camarero de incierta descendencia, dos chasquidos de lengua y un gesto a la izquierda. La diminuta taza, de café ristretto, para el Gordo Coreano quedó colocada en un efímero hueco a dos sillas de los estresados operadores de bolsa. El orondo gaijin se apresuró, ojos brillantes ante la perspectiva del opaco e intenso fluido. 
Un leve cambio de presión en la sala. El aire frío y contaminado del invierno Nipón intentó penetrar en la abarrotada cafetería pero el sistema de climatización lo evitó mientras la enorme puerta en cristal traslúcido de doble hoja se cerró tras ella. Miradas indiscretas. Tenso silencio acompañado de comentarios inapropiados. Determinación en su caminar, directa a la única mesa vacía, el brillante metal de los Imposibles tacones de acero brillante amortiguados por la esponjosa moqueta. Gestos apenas disimulados por los trajeados Kiton. La preciosa taza blanca abandonó los inertes labios demasiado rápido, tanto,  que un pequeño hilo de café se desprendió por el labio. Fugaz pérdida rápidamente recogida por una lengua viperina. Miradas precipitadas. 
Escultural. Pelo corto, rasurado de los lados, puro estilo New Yorker. El increíble vestido rojo resaltaba una figura de vértigo. 
A un par de mesas del nervioso trío, él. Anodina presencia leyendo distraídamente entre la ingente turba del London . Con pausa, dejó el arcaico Financial Times al lado de un ejemplar del Washington Post, sus dedos dejaron el cálido papel para acariciar, en milésimas, la reconfortante forma del polímero Austriaco. 
El más alto se incorporó, el peso de la New Edge evitó que ésta saliera despedida. Abrochados botones, negros brillantes con Kiton serigrafiado en dorado, no facilitaron su salida por el ajustado ojal. Error de novato. Instantes de incerteza en el semblante antes del primer impacto. Vapor de sangre y sesos. El cuerpo se desplomó, inserte, golpeando,  con un sordo golpe, la moqueta ahora inundada en sangre y fluidos verdosos antes que el primer casquillo, aún humeante, cayera sobre el mármol de una mesa cercana. Los otros dos pros desconcertados, miradas cómplices de pánico. Vio la incertidumbre en ellos, contrato o vida. No tuvieron opción a decidir.
El negro metal de la corredera avanzaba i retrocedía entre las guías Europeas a imposible velocidad. Transición de cargador. Impecable. Tormenta de casquillos. Los precisos impactos se sucedían. Lluvia de explosiones. Kiton's desgarrados dejaban a la vista el blindaje corporal destrozado. Los dos cuerpos se desplomaron desmembrados. Muerte en gestos imposibles. La concurrencia luchaba por entender que sucedía entre las sucesivas detonaciones y el vapor de la sangre que inundaba el abarrotado café. Caos absoluto. Gente corriendo atemorizada lejos de la muerte. Y entre la locura generalizada el olor a carne quemada y circuitos humeantes penetró en sus fosas nasales. Puro placer. Pasos seguros sobre el rio de sangre hacia ella.  


Continuará...

Enjoy the Cyberpunk. Nos vemos en la próxima entrega en cyberpunk relatos breves

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