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ReD. Cyberpunk Ink




Ojos almendrados fijados en el techo de plástico reciclado de la habitación cápsula. De imposible color violáceo, refulgían en la claustrofóbica semioscuridad. En el exterior, la omnipresente actividad inundaba la terminal del aeropuerto de Seúl. Hastiado, desconectó los traductores simultáneos que luchaban por recomponer lejanas y distorsionadas frases de la megafonía y, en un último intento por vencer el aluvión de imágenes que desde hacía dos horas le inundaban, cerró los ojos con todo su ser. Tensión en la sien. Dolor creciente en los hiperestimulados nervios ópticos. Un reguero de tibieza en la mejilla derecha le sorprendió tanto que tardó unos segundos en alargar la mano para buscar el origen. Apenas palpó el familiar líquido, su corazón se desbocó. Latidos acelerados. Tibieza en la otra. Mil pulsaciones. La temblorosa mano ensangrentada golpeaba frenética la desgastada superficie en busca de los interruptores integrados. Las luces emergieron como un millón de soles y un grito gutural le arrancó de las cuerdas vocales.

Palpó el bolsillo lateral del pantalón buscando la jodida tarjeta de visita que le entregó el Mecánico, pero el dolor era insoportable y su límite cada vez más cercano. Cuando la sacó, se quedó paralizado mirando unas manchas borrosas de preciosa tinta negra sobre papel reciclado de mala calidad.

Los golpes de ira inundaron su mundo de plástico amarillento. Una diminuta luz roja parpadeó molesta sobre su cabeza acompañada de una voz en off en perfecto coreano: "Señor, le recordamos que cualquier daño causado intencionadamente en nuestras instalaciones le será sumado a su factura de alojamiento, gracias". La estúpida voz de hojalata le provocó una leve sonrisa y le abstrajo de su ira lo suficiente para darse cuenta de que la débil luz carmesí le permitía leer con más claridad.

Los tonos se acumulaban rítmicamente mientras su mente se enajenaba. Cuando la familiar voz apareció al otro lado de la línea, el parpadeante rojo ya lo era todo. Él ya no era nada.


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