Ir al contenido principal

Sato. Cyberpunk Ink



                                                    


Logró arrancarse el implante tras varios intentos desesperados. Un reguero de oscura sangre acosaba sus alocados pasos. Noche de luces crepusculares luchando contra millones de neones. Golpes duros. Dolorosos. Le mantenían en el filo. Sentidos embotados. La marabunta le estaba derrotando. Cerró los ojos con todas sus fuerzas, buscando un atisbo de energía mientras la sangre, perezosa, seguía manchando el sucio pavimento de Shinjuku. Noche iluminada en Neón. Un Yankii murmuró un insulto tras el impacto fortuito y una nueve Parabellum cromada captó la atención, fugaz, entre los transeúntes. La esbelta figura de Sato detuvo su loca carrera. Con la mano derecha colocó su negro pelo en una perfecta crencha a la izquierda, dejando al descubierto un rasurado cráneo repleto de conectores. El cerebro le explotaba de dolor, punzante, lacerante. Notaba las dañadas terminaciones del nervio óptico. Dos pasos al frente. Era un modelo militar. Pura precisión austríaca en manos temblorosas de puto Yankii. Otro paso más. El jodido tarado insultaba al enfundado Sato. Otro. El viejo acero trazó una trayectoria ascendente suave y se enfundó de nuevo en la lacada Saya (鞘). Vértigo. Borbotones de sangre inundaron a los atónitos Yankii's mientras el cuerpo sin cabeza abandonaba la vertical. Al fondo, detrás de un desgarbado Visual kei un antiguo letrero de neones desgastados le llamó la atención. Era su destino. Colgado sobre un destrozado tendal y en preciosa caligrafía Coreana, con destellos incontrolados, anunciaba:”Arreglo tostadoras multimarca”. 


Un relato Cyberpunk de John Iron.


Entradas populares de este blog

Petrov

La cromada esfera marcaba las tres de la madrugada. Con los sentidos ligeramente embotados, por los excesos en el club Diamond , lanzó el cigarrillo sobre un charco de agua estancada. Una columna de humo blanco emergió, efímera. La desdichada colilla rubia acompañó a decenas.  Petrov conocía muy bien al viejo. Habían sido amigos muchos años antes del ascenso meteórico al trono del Diamond. El viejo era un puto mafioso, cobarde pero astuto. Siempre se rodeaba de matones cableados al extremo.  Otra mirada a la esfera de cromo. Casi las cinco. Tiró el cartón vacío de tabaco barato. Era el último. Se maldijo por no traer un par de paquetes más. La cancerígena nicotina de los filtros consumidos al límite tiñó el agua de lluvia acumulada en los charcos irregulares del suelo del callejón. Neones reflejados.  Lejos, se escuchaba el zumbido de un motor eléctrico. Un Maybach doblo la esquina. Pulcra pintura bicolor. La puerta lateral se abrió en el mismo instante que la limusina ...